jueves, 29 de marzo de 2007

Fiestas y Saraos

El Jueves por la tarde fue día de celebraciones. La primera, una exposición fotográfica sobre las Islas Querimbas, un pequeño archipiélago de unas cuarenta islas costeras al extremo norte de Mozambique de belleza deslumbrante. Se están realizando allí algunas excavaciones arqueológicas en viejos fuertes coloniales y construcciones históricas de gran interés por tratarse de la primera zona de colonización portuguesa en Mozambique, uno de los puertos clave para mantener la conexión entre las colonias lusas del Índico, África y América.

La Embajada Española contribuyó al proyecto y era uno de los convocantes, junto con la de Brasil y el Alto Comisionado de Canadá, cuyos arqueólogos dirigen los trabajos de campo. El acto consistió en unas palabras de apertura y bienvenida por parte de la Embajadora de Brasil, otras por parte del Primer Secretario español y una presentación por parte de un arqueólogo canadiense.

La exposición no estaba mal aunque era muy pequeña. No había demasiada gente porque a la misma hora se estaba celebrando la fiesta del cincuenta aniversario de la Comunidad Europea es decir, del Tratado de Roma. Este evento estaba previsto para días anteriores pero se pospuso como consecuencia del luto oficial por el accidente del polvorín y terminó por coincidir con la exposición de las Querimbas. Así pues, parte de la representación española acudió a la exposición mientras que la otra fue a la fiesta. Nosotros, los de las fotografías, mantuvimos el tipo un buen rato hasta que recogimos los bártulos y nos fuimos al sarao que, como era de esperar, estaba mucho mejor aviado.

Bajo una carpa enorme del Centro de Convenciones de la Avda. Marginal, se había colocado una mesa por cada país miembro de la Unión en la que se ofrecía un bufé de platos típicos. Todo para ponerse de grana y oro, como es natural. Los que veníamos de la exposición, donde apenas habían pasado unas taças de vino y unos amendoins (cacahuetes) nos abalanzamos enloquecidos hacia la mesa italiana donde nos habían soplado que servían Grana Padano y, sobre todo, Jamón de Parma. Allí estaba el preciado manjar, en efecto, y a su vera estuvimos un buen rato sin poder articular palabra.

Ahora voy a proponer un ejercicio: preguntémonos cada uno cuál es el plato típico español por excelencia…

Unos habrán pensado en el gazpacho, otros en la tortilla española, quizá algunos el cocido, los huevos fritos con chorizo o la fabada y, casi todos, la paella.

Pues bien, todo eso es pura filfa; el auténtico y genuino manjar español, absolutamente único e inigualable, cien por cien celtibérico, es decir, aquél que no-hay-manera-de-comer-en-ningún-otro-sitio, es el bendito jamón serrano. Sí, amigos, esta es la incontestable verdad. Salgan ustedes por la primera frontera y pidan unas lonchitas, verán qué cara les ponen y, si por casualidad lo encuentran, se tratará invariablemente de un producto de importación que sólo consumen los españoles expatriados y que, naturalmente, le cobran a uno como si cada raspita fuese un cerdo entero. El jamón serrano, como producto local, no existe en ningún lugar del mundo excepto en España.

Pero hay, como en todas las cosas de la vida, una excepción conocida y esta es el Jamón de Parma. Eis (hé aquí) el porqué de nuestra precipitación sobre la mesa italiana. Se trata de un jamón en crudo metido en sal y curado al aire de las montañas parmesanas, o sea, un método idéntico al español. Y ahora un pequeño excurso histórico que viene al pelo: ¿Porqué italianos y portugueses llaman al jamón prosciutto y presunto, respectivamente?. Porque ambas palabras vienen del latín perxuctus que significa desecar o desecación. Es decir que el jamón serrano no es otra cosa que un delicioso pedazo de momia.

El Jamón de Parma se produce en una región muy pequeña de apenas unos cientos de kilómetros cuadrados entre los rios Enza y Stirno y es el único lugar de Italia que ha conservado la vieja manera de mantener y procesar la carne que inventaron los romanos. En España hay muchos más casos, como ocurre con las salazones, pero somos una excepción.

El único defecto que tiene el Jamón de Parma es que no proviene de cerdos ibéricos sino de otras razas blancas. Pero menos es nada y se trata de un jamón-jamón, así que ahora se podrá entender el porqué de nuestra prisa. Cuando dimos buena cuenta de la mitad de las existencias, nos fuimos a la mesa española donde rematamos la faena con algunos pinchos de tortilla y una enorme paella. Los más necesitados se tomaron de postre algunas salchichas alemanas y queso danés. La mesa británica, como es lógico, estaba desierta.

La fiesta estuvo muy animada. Estaba allí el cuerpo diplomático en pleno y casi todos los expats además de algunas autoridades locales. De fondo, sonaba la música del Concierto de Año Nuevo de Viena aunque nadie se animó a bailar. Yo sugerí que algún Embajador debería sacar a alguien, pero no tuve éxito y la cosa se fue disgregando sobre las diez de la noche excepto la mesa española y la alemana que fuimos, como suele acontecer, los últimos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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