martes, 20 de marzo de 2007

La portentosa y trágica historia de Mario Azevedo

Al sur de Maputo se encuentra el Parque de los Elefantes, una reserva natural que carece casi por completo de vías de acceso. Junto a la pista de arena que va de Catembe a Ponta d’Ouro, muy cerca de la playa y formando una extraña costa interior, hay numerosas lagunas de orillas desdibujadas por los juncos y la maleza. Mário Azevedo, portugués de nacimiento y mozambiqueño de corazón y pasaporte, solía pasear por ellas. Su posición acomodada, fruto de diversos negocios y tiendas minoristas de las que era titular, le permitían disfrutar de algún tiempo libre que dedicaba a recorrer los caminos y paisajes cercanos a Maputo. Un día, decidió ir a paser por la Lagoa Piti en compañía de su perro. La laguna es una enorme extensión de agua de 9.200 Km. cuadrados que cuenta con una riquísima y variada población de aves, lo que la convierte en un afamado destino para los bird-watchers sudafricanos más entusiastas.

Mário Azevedo había cenado con un amigo la noche anterior a quien había informado de su plan de ir a la Lagoa Piti y con el que concertó una entrevista que habría de celebrarse a su regreso. Al día siguiente, sin embargo, lo único que volvió de Mario Azevedo fue su perro. De él no se supo nada.

Cundió la alarma y comenzó la búsqueda por la laguna pero no se encontraron rastros. Un amigo de Azevedo, que a la sazón tenía varios conocidos entre los fetizeiros de la zona por ser persona de gustos y creencias tradicionales, propuso consultar con alguno de ellos y, en efecto, hubo quien dijo estar en condiciones de hallar al desaparecido. Para ello –dijo- necesitaba al perro. Cuando se lo trajeron, puso en marcha un largo rito preparatorio que concluyó, súbita y violentamente, con la extracción a lo vivo de ambos ojos del infortunado can. Según teorías del fetizeiro, aquellos ojos de color de miel guardaban la imagen del lugar donde se encontraba D. Mário. El rito continuó con el examen ritual de los ojos y la visión metafísica de los escondrijos y cuevas situadas entre los cañaverales de la Lagoa Piti.

La magia hizo efecto y el fetizeiro logró conducir a los rescatadores hasta el lugar donde se encontraba el desaparecido. Pero la historia no tuvo un final feliz. Mário Azevedo había sido atacado por un cocodrilo y su cadáver arrastrado hasta una madriguera donde fue devorado. El sacrificio de su pobre perro sólo sirvió para recuperar su cabeza.

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