lunes, 30 de abril de 2007

Misterio

Samora Machel nació en 1933, en Xilembena y murió el 19 de octubre de 1986 en Sudáfrica. Tras la independencia de Mozambique fue nombrado Presidente. Se le considera habitualmente como un marxista ortodoxo, pese a lo cual desarrolló una política pragmática que le permitió, por un lado, mantener relaciones con el gobierno racista sudafricano de quien tenían una dependencia económica muy importante y, al mismo tiempo, apoyar la lucha del CNA contra el apartheid. Era miembro de la llamada Línea del Frente Antiapartheid, junto con Angola, Zimbabwe, Zambia y Namibia. Mozambique y Angola fueron los que más abiertamente desafiaron al potente régimen del apartheid. Por su parte, las tropas sudafricanas y los rebeldes de Mozambique financiados por Pretoria (la RENAMO) atacaban al gobierno marxista de Mozambique y a grupos del CNA que se refugiaban en el país. La situación entre Mozambique y Sudáfrica durante los primeros años 80 era prácticamente de guerra y Machel fue considerado como uno de los opositores más peligrosos para Pretoria, lo que le valió al país, tiempo después, ser admitido en la Commonwealth, pese a ser el único miembro no británico de la misma.
En marzo de 1984, Machel sorprendió al mundo al firmar un tratado de seguridad con el gobierno sudafricano, conocido como los Acuerdos de Nkomati. A raíz de ello, cesó el apoyo sudafricano a la RENAMO y se abrieron las puertas para un gran apoyo económico sudafricano de Mozambique.
El 19 de octubre de 1986, el Presidente Machel regresaba a Maputo procedente de una reunión que había tenido en Lusaka, Zambia. Su pequeño jet, un Tupolev 134A, sobrevoló el este de Zimbabwe y siguió aproximadamente la línea frontera entre Sudáfrica y Mozambique, con dirección a Maputo. Poco después de las 21:00 horas, el avión se estrelló en las laderas de las montañas Lebombo en Mbuzini, Transvaal (ahora Mpumalanga), en territorio sudafricano y a tan sólo unos pocos kilómetros de la frontera con Mozambique. Treinta y cuatro de las 44 personas que se encontraban a bordo fallecieron en el accidente, incluyendo el Presidente de Mozambique. Según la investigación sudafricana, el piloto del Tupolev había seguido una señal de radio incorrecta, adentrándose por ello en Sudáfrica y estrellando el aparato. Desde un primer momento hubo serias sospechas de que el régimen del apartheid estuvo involucrado en el accidente pero nunca se probó nada. El día después del accidente, Mozambique y Sudáfrica acordaron la creación de una investigación conjunta bajo las normas de la IATA lo que incluía al país propietario del avión (Mozambique) y al constructor (la Unión Soviética). Ninguno de estos últimos participó activamente en el proceso, salvo en sus primeros estadios, alegando no ser tratados en condiciones de igualdad por parte sudafricana.
Sudáfrica creó la Comisión Margo para la investigación que se retrasó mucho porque el general Neetling, que había recogido la caja negra del avión en el lugar del accidente, se negaba a entregarla. Finalmente, la comisión determinó que el avión estaba en perfectas condiciones de vuelo y no había sido saboteado ni atacado desde el exterior. Por tanto –concluía- la causa del accidente fue que la tripulación no siguió el procedimiento de descenso instrumental para la aproximación sino que lo hizo visualmente en condiciones de oscuridad y nubes; esto hizo que no respetara la altitud mínima y, además, desoyera la alarma de proximidad al suelo. La parte soviética emitió un informe discrepante en el que planteaba la teoría de la complicidad de las fuerzas de seguridad sudafricanas que habrían desviado intencionadamente el avión con una falsa señal emitida por un equipo tecnológico de origen israelí. El informe soviético decía que esta señal fue la que determinó el giro de 37º a la derecha que mandó al avión directamente contra las montañas de Mbuzini.

Doce años después del accidente, cuando ya no existía el régimen del apartheid, el gobierno democrático sudafricano abrió una nueva investigación a través de la TRC (Trith and Reconcilitation Commission ) que tampoco encontró evidencias para llegar a uno u otra conclusión. Sin embargo sí halló algunas cosas de interés: un antiguo militar de inteligencia reveló que Pik Botha y otros oficiales de seguridad habían mantenido una reunión secreta el día anterior al accidente. Por otro lado y pese a que el avión entró en una zona militar de alta seguridad bajo vigilancia continua del radar, nadie dio aviso de su cambio de rumbo ni de su entrada en territorio sudafricano. Por último, se descubrieron actas del Consejo de Seguridad de Sudáfrica discutiendo la manera de apoyar a la Renamo contra la Frelimo. La TRC concluía aconsejando una investigación más detallada.
La semana pasada, el ministro sudafricano de Seguridad, Charles Nqakula, anunció el jueves a la prensa congregada en el Parlamento de Pretoria que hay buenas razones para revisar de nuevo el accidente aéreo que acabó con la vida de Machel. Nqakula no dijo si se habían presentado nuevas evidencias o si sabía algo desconocido por la opinión pública, sólo que "había razones" para abrir de nuevo el caso, dando la impresión de que el informe que achacó el accidente a un error humano, no era correcto. El ministro sudafricano de Seguridad reconoce que la historia oficial tras la muerte del Presidente Machel necesita ser revisada. "Desplegaremos algunos de los mejores recursos de los que disponemos, humanos y materiales, para poder llegar al fondo de esta cuestión", anunció a la prensa. "Lo debemos al pueblo de Mozambique para asegurar que el caso es investigado en profundidad", concluyó.
El caso sigue abierto.

jueves, 26 de abril de 2007

Reuniones de trabajo

Una de las actividades que consume algún tiempo de mi trabajo es el de las reuniones con los miembros de otras entidades de cooperación. La cosa está muy bien pensada: si cada país confecciona su programa de ayuda sin conocer el de los demás, corre el riesgo de redundar esfuerzos, dedicar apoyo financiero a sectores concretos que ya cuentan con él y, lo que es peor, gestionar y evaluar los resultados desde perspectivas diferentes con criterios no homogéneos. Si uno compra ordenadores, pongamos por caso, puede encontrarse con que hay otro país que ya ha hecho lo mismo o que está en vías de hacerlo. En un país en que más de la mitad del presupuesto nacional proviene de la ayuda exterior, la cosa tiene su importancia.
Para evitar todo esto, funciona en Mozambique un sistema de grupos de trabajo que armoniza los proyectos de todos los donantes en un sector concreto. En mi caso, el grupo activo lo componen 14 países y organizaciones, desde la Embajada Danesa y la Cooperación Española hasta la UNICEF o la FAO. Además, hay una information sharing list que se extiende a casi una treintena más de entidades que no participan pero que solicitan ser informadas.
Todos los días recibo una docena de mensajes con las actividades del grupo, adobadas con una ingente colección de documentos de variadísima índole entre los que hay informes, memorias, propuestas, tentativas, convocatorias, suspensiones, tablas, distribuciones y otros mil que giran bajo nombres crípticos para los no iniciados y que apenas sabría decir en qué consisten. Porque esta es la clave: aprender el lenguaje de la cooperación internacional (¿trabajas o cooperas? dicen con guasa que hay que preguntar al ser presentado).
La primera cuestión es saber si tal lenguaje existe. Hay voces autorizadas en el mundo diplomático que sostienen que, en realidad, todo es un gen conceptual, una unidad de evolución cultural que repetimos y transmitimos como un meme, a la manera del paradigma de los cinco monos, pero que nadie entiende, ni por qué se hace ni qué significa. Hay veces, lo confieso, en que creo ciegamente en esta teoría. Me ha costado varias reuniones empezar a entender algo de la jerga que utilizan y es que, finalmente, apenas significa gran cosa dentro de un espacio interminable de siglas, abreviaturas y acrónimos que le hacen a uno comprender por fin en qué consiste la dimensión infinita del cosmos. Es como si al encontrarse a un amigo uno dijera: “¿Vienes de tu CHP? ¿Has oído al HA de la RL pronunciarse sobre el TAMM? ¿Vas al JR sobre el MM de CAE en el CHP del CHM?” Donde cada sigla significaría, por riguroso orden: centro habitacional propio (casa), hombre ancla (locutor), radio local, tiempo atmosférico medio en Maputo, joint review (junta de evaluación), mitin mensual, cooperantes de agencias extranjeras y chairman (portavoz). Añádase a ello que las siglas y denominaciones no se corresponden con un idioma determinado sino que pueden ser en inglés, portugués o en cualquier otra cosa. Y todo ello rebozado en un interminable envoltorio conceptual en el que aparecen palabras más o menos inventadas o específicas de la actividad como indicadores, formulación, programas activos, soluciones holísticas, índices, matrices, efectos, inputs y regresos, entre otras; algo cabalístico, parecido a ese infame lenguaje que suele utilizarse en educación y que me recuerda el viejo chiste de Luis Carandell en el que uno pregunta a otro qué significa eso de “Ingeniero Técnico Pedagogo” que aparece en su tarjeta, a lo que este responde: “En realidad soy maestro pero esto impresiona mucho más”. Pues eso.
Por otro lado, la sensación que tiene un recién estrenado en esta plaza, es que en las reuniones nunca llega el momento de la verdad. Básicamente, parecen consistir en la aprobación del acta anterior, la propuesta de cuestiones a tratar y el señalamiento de otro día en que se tratarán. Cuando llega ese día, se añade algún nuevo matiz que, por pequeño que sea, obliga a redefinir el orden del día e, inevitablemente, a convocar nuevo señalamiento. Así, más o menos, se pasan los días y eso que cada reunión suele durar tres o cuatro horas en la que los asistentes se ponen morados a té y galletas, lo que hace que se les entienda muy malamente con la boca llena.

Dejando aparte lo dicho, las reuniones son divertidas. Nos encontramos gentes de todo el mundo con sensibilidades, conocimientos y manera de ser propias, lo que hace muy instructiva la interacción (otra palabreja) entre todos y nos permite acercar posiciones en pro de un objetivo común. Uno se imagina lo que debe ser la ONU o la UE y adquiere una nueva visión del mundo.

martes, 24 de abril de 2007

Dia del Libro

El dia de San Jorge ha sido festivo en la colonia española. No acabo de entenderlo bien pero parece ser que, en el extranjero, se hace una especie de cóctel entre las diversas fiestas nacionales, autonómicas y locales y, con el batiburrillo resultante, se confecciona el calendario de festivos. Aprovechando que coincidían también las conmemoraciones del Día del Libro, muertes de Cervantes y de Shakespeare y –este año- también aniversario del nacimiento del primero, la Embajada decidió replicar en Maputo la ceremonia de lectura colectiva del Quijote que se hace en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Se invitó a la residencia oficial al Departamento de Literaturas Varias de la Universidad Eduardo Mondlane, -entre las cuales se enseña el español- a profesores, estudiantes y a otras personalidades de la cultura local.

El acto se dividió en dos partes: en la primera, cada concurrente leyó un fragmento de alguna pieza literaria de su gusto personal y, en la segunda, se realizó la lectura colectiva de El Quijote hasta donde fue posible, naturalmente, porque no éramos demasiados. En la primera parte se escucharon, sobre todo, poesías, género más accesible y aparentemente más simple para los estudiantes aunque dudo que más comprensible. Resultaba enternecedor escuchar a los esforzados alumnos declamar “ferde que te queru ferde, ferde fientu, ferdes alash…” y luego verles atender mesmerizados a la lectura de un poema de Quevedo cuyo significado para ellos debía tener el mismo nivel inteligible que, digamos, la lectura de un tratado avanzado de mecánica cuántica. Cuando me tocó a mí, leí la carta que escribió Don Quijote a Dulcinea en Sierra Morena, a mi juicio una de las más bellas cartas de amor escritas en lengua castellana y que, a modo de epílogo y en homenaje al día del libro desde estas lejanas tierras, dejo aquí reproducida para solaz de quien la leyera o recordara.

Soberana y alta señora:
El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo; si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto; que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.
Tuyo hasta la muerte,
El Caballero de la Triste Figura”

lunes, 23 de abril de 2007

Chapas y mercado

Aprovechando que el sábado por la mañana habíamos enviado la misión al Kruger y disponía de algunas horas, me fui al mercado de Xipamanine. Se trata de una gigantesca superficie en el barrio del mismo nombre en la que se han instalado miles de puestecitos que forman una especie de kasbah interminable, un laberinto del que uno teme no poder escapar jamás. Alrededor de la estructura originaria, cubierta por chapas, se han ido acoplando otras hasta llenar medio barrio de callejuelas estrechísimas y oscuras para protegerlas del sol abrasador y a lo largo de las cuales se instalan los vendedores de todo tipo de mercancías.
Llegar al mercado tiene lo suyo porque no es muy aconsejable ir en coche ni, mucho menos, dejarlo allí a la ventura. Pese a que mi Camry tiene chapitas protectoras de los intermitentes, es probable que, al recogerlo, le faltaran las ruedas, los retrovisores y el elegante alerón que luce sobre el maletero, entre otras cosas. Así que decidí hacer mi primera excursión en chapa lo que, desde luego, constituye una experiencia. Hice señas a la primera que indicaba Xipamanine y paró. Las chapas pequeñas tienen tres filas de asientos, además de la del conductor. Éste, se sienta al lado de dos viajeros (o tres, según la necesidad de espacio); en las dos filas traseras se sientan seis u ocho viajeros y en la primera otros dos o tres, más el cobrador que es el que maneja la puerta de entrada y el transportín plegable en el que va sentado y que permite el acceso a la parte de atrás. Cuando la chapa para, todo el mundo en el interior se agita como en una coctelera para dejar salir a los que se bajan, reacomodarse de nuevo y dejar espacio libre a los que llegan. En realidad, más que de coctelera debería hablarse de olla a presión, especialmente a causa del horroroso calor que hace dentro y de los efluvios de todo tipo que por allí circulan. La chapa va parando donde le parece, donde la llaman o cuando un viajero quiere parar. En este último caso, el interesado da la voz de paragem! y el cobrador le da un par de mandados a la carrocería como señal para que el motorista se detenga. Teniendo en cuenta la complejidad del sistema y el reducido espacio general, resulta sorprendente la agilidad con la que todos se mueven, con la dificultad añadida de que casi todos llevan bolsas, maletas o niños, lo cual se reparte equitativamente entre el resto del pasaje. El estado del interior de la chapa es variable. Generalmente se trata de viejísimas furgonetas japonesas con cientos de miles de kilómetros a sus cansadas espaldas. El único requisito que se les pide es que anden, lo que se consigue con el mínimo mantenimiento. Esto excluye, naturalmente, las comodidades interiores como la tapicería que apenas existe o se ve sustituida por algún aparejo de fortuna. Del aire acondicionado sólo queda, si hay suerte, el botón del salpicadero, la suspensión es del tipo carreta-de-bueyes (variedad carro-chillón); el ruido es ensordecedor como si todo el vehículo se fuera a desmoronar al pasar un bache y del motor va saliendo un humo negrísimo y espeso que no parece indicar nada bueno sobre la salud del ingenio ni sobre la calidad del combustible utilizado. El costo del viaje es de 5 meticales, aproximadamente 14 céntimos de euro lo que explica muchas cosas.

El mercado de Xipamanine es una sinfonía de colores y aromas, no todos salubres. Está más o menos dividido por sectores de los que interesa destacar el de material de curandería y brujería, el de animales vivos y el de menaje del hogar. En Mozambique la brujería aún juega un papel importante en la sociedad y no sólo entre las clases más bajas sino entre la élite más escogida. En el mercado se puede encontrar todo tipo de ingredientes, fetiches, abalorios o pócimas para las más variadas necesidades. Resulta visualmente fascinante aunque el aspecto general es el de una mezcla de tienda de salazones, casquería y perfumería de barrio chino. La sección de animales vivos es una especie de gigantesco corral en el que venden de todo excepto animales grandes: cabras, gallinas, conejos… Por último, la zona de menaje nos lleva a aquélla época en que todo se hacia a mano: hay un ejército de hojalateros, carpinteros y chapistas que confeccionan a mano y con los materiales más inverosímiles, todo lo necesario para el modesto hogar mozambiqueño: lámparas, hornillos, faroles, cocinas, escobas, ingenios para rallar cocos, pilones para amendoim… Interminable.
El mercado, además de fascinante es peligroso. No hay concesiones al turismo porque esto es la verdadera África. Un blanco, sólo y despistado como yo, es un farolillo rojo que camina bajo la leyenda “robadme” y, en efecto, en una de las callejuelas más concurridas, un hábil carterista logró meterme la mano en el bolsillo y apropiarse del poco dinero que, afortunadamente, yo llevaba. Fue lo único que tenía puesto que había dejado en casa el reloj, la cámara de fotos y el teléfono móvil, pero me quedé sin nada. Regresé a pie, dando un agradable paseo por las calles endomingadas de Ximapamanine y Sommerschield, ligero de equipaje gracias a la habilidad de mi fantasmal, y seguramente ahora más feliz, raterillo de mercado.

Misión de trabajo

A mediados de semana llegó una misión oficial española. Venía para ofrecer su apoyo institucional al programa, hacer entrega de material bibliográfico y llevar a cabo una serie de reuniones y encuentros oficiales con las autoridades locales. En lo que a mí concierne, se trataba de la primera experiencia en la preparación y gestión de este tipo de eventos lo que me trajo de cabeza antes, durante y después de la visita que se ha prolongado hasta el domingo. Uno no se hace una idea de lo que supone el protocolo y la preparación de actos oficiales hasta que se ve sumergido en ellos y, en este caso, de la peor manera, es decir, haciéndose cargo de la dirección. Para cualquier tontería hace falta mover Roma con Santiago, llamar a docenas de personas, hacer de las agendas de todo el mundo un universo concomitante que, en la práctica, se convierte en una quimera porque siempre coinciden actos, cenas, bajas, enfermedades o simple desgana, de modo que las listas de invitados y participantes cambian cien veces de nombres y al final, no viene casi ninguno de los inicialmente previstos y hasta el último minuto antes de salir al campo (léase acto, cena o recepción) hay que tener preparados cartelitos de repuesto con los nombres de media humanidad potencialmente convidable. Alrededor de los miembros de la delegación y de las personalidades locales hay que tejer una sutil tela de araña para rodearles de la máxima comodidad, simplicidad y eficacia lo que, tratándose de África, requiere –digamos- algo de paciencia. A un servidor, cuya ignorancia en materia protocolaria alcanza dimensiones cosmológicas, todo esto le ha servido de curso acelerado y agotador. Al final, como también acontece en el mundo del espectáculo, una mano invisible que nos resistimos a llamar providencia pero que por ahí debe andar, hace que todo salga bien; en nuestro caso, nadie se ha perdido, no ha habido accidentes, las relaciones institucionales se han fortalecido, se han intercambiado abrazos y regalos y se ha cumplido sobradamente el objetivo de la misión. A mi lado, sobra decirlo, tuve siempre a la Embajada y a la Cooperación sin los cuales todo hubiera sido un caos. Tendemos a pensar que la vida de los diplomáticos es, en lo fundamental, una feria de vanidades y no nos damos cuenta del enorme sacrificio que supone y el esfuerzo que despliegan, desde los actos más pomposos, hasta las gestiones más sutiles. En todas partes están y a todo dan respuesta con una diligencia y amabilidad que a algunos funcionarios públicos que todos conocemos le resultaría espantosa. Kanimambo para nuestra diplomacia, queridos amigos.

(Nota para los mal pensados: espantoso, en portugués, significa sorprendente o chocante, a ver si…)

martes, 17 de abril de 2007

Filología portuguesa en zapatillas

La primera impresión que se tiene al leer un texto en portugués es que se trata de una lengua extraordinariamente parecida al español y, por tanto, muy sencilla de aprender. Preguntémonos, a continuación, porqué apenas hay españoles que la hablan y la repuesta es, sin duda, porque no es oro todo lo que reluce. La primera decepción llega cuando se oye hablar a un portugués a quien uno se queda con ganas de preguntar porqué se esfuerza en pronunciar de manera absolutamente incomprensible aquello que tan bien se entiende cuando está escrito. El idioma hablado, especialmente si quien lo hace es un castizo, es tan difícil de entender como el mandinga.
Los españoles no nos molestamos mucho en aprender portugués y no porque sea fácil de aprender -que es lo que suele decirse- ni porque nos podamos entender cada uno en su idioma sino porque, en realidad son ellos los que nos entienden y se hacen entender, de modo que disfrazamos nuestra propia incapacidad con la sentencia de que el esfuerzo no merece la pena. Error. Ellos nos entienden porque el español es un idioma fonéticamente sencillo y tiene sonidos que también posee el portugués. Por el contrario, un español medio se las verá y deseará para entender a un portugués porque su idioma tiene sonidos que el español desconoce por completo y lo malo es que estos sonidos son muchos. No sólo las vocales se pronuncian de manera distinta (abiertas, cerradas, sordas…) sino que también las consonantes tienen lo suyo (palatales, fricativas, silbantes…) y la mezcla de unas y otras hace que el resultado práctico sea una barrera fonética casi infranqueable sin conocimiento previo.
Para colmo de males, el portugués es uno de esos falsos amigos de los que hablan los lingüistas, con una lexicografía y una semántica endiabladas que, aunque participan de un pasado común con el español, han terminado por derivar en significados y acepciones totalmente estrambótico para nosotros, como más adelante se verá con unos encantadores ejemplos. Parte de estas acepciones han pertenecido en tiempos pasados al español pero han perdido vigencia o han evolucionado hacia otras más modernas. En general, podría decirse que el portugués se parece más al español antiguo que al moderno y en este sentido se trata de un idioma menos evolucionado, como ocurre con el gallego. Si bien es cierto que todos proceden de un tronco románico común, que podríamos denominar leonés antiguo, el tronco galaico-portugués experimentó una evolución distinta que la del leonés que terminó por convertirse en el español actual con la excepción residual del bable que aún conserva mucho del antiguo modo. De esta forma, es fácil encontrar en el bable o en el gallego, muchas de las construcciones sintácticas del portugués, e incluso la manera de hablar de las montañas de León –que no usan el bable pero sí guardan mucho del leonés antiguo- conservan una estructura parecida cuando anteponen, por ejemplo, el artículo y el posesivo al sustantivo. Un asturiano o un leonés de cierta edad aún dicen “las mis gafas” o “el mi carro”, como harían un gallego o un portugués, pero no un castellano moderno. Por otro lado, el curioso que relea el Quijote descubrirá una enorme cantidad de léxico, acepciones y formas sintácticas que ya no existen o carecen de uso en el español moderno y que le costará entender. Por el contrario, a un gallego, a un asturiano, a un leonés o a un portugués, le resultará mucho más familiar, incluso vigente.
Para compensar este inmenso rollo, sigue un jueguecito: se trata de averiguar el significado español de las palabras que aparecen a continuación. Son palabras cotidianas, no se piense que están escogidas para pillar. Al mirar las soluciones, se comprobará lo dicho acerca de los falsos amigos que inducen a la confianza pero que le apuñalan a uno por la espalda al menor descuido. Si se mira el Diccionario de la Academia Española, se podrá comprobar que aún subsisten algunas de estas acepciones aunque en los últimos lugares.

Indique, pues, el significado de las siguientes palabras (la grafía está adaptada al español):

Fofo
Exquisito
Barata
Desastre
Niño
Callar
Pronto
Luego
Sobresaliente
Procurar
Largo
Grasa
Gordo
Oficina
Pegar


RESPUESTAS:

Fofo. Significa “tierno” y lo mismo se dice de un pan que de una novia. Es uno de los cariños más habituales en portugués: “A minha fofinha…”, cosa que en España provocaría una ruptura fulminante.

Exquisito. Se aplica con el sentido de “raro, “extraño”, a la vez que se pone cara de asquito. Cuidado con decir que el esmerado guiso de nuestro anfitrión es esquisito.

Barata. Es el nombre que se da a las “cucarachas.

Desastre. Se usa con el sentido de “accidente”. Morréu de desastre...

Niño. Un “niño” español sería un menino, un rapaz o un miúdo, pero ninho significa “nido”.

Callar. Significa muchas cosas pero ninguna “callar”. Normalmente es “encalar” y si se utiliza con es (es calhar) significa “quizás”.

Pronto. No quiere decir “temprano” sino “listo” o “preparado”.

Luego. Esto es lo que equivale al español “en el mismo momento”, o mejor, “inmediatamente”. Si nos fijamos bien, observaremos que el españolísimo “desde luego” tiene la misma acepción, aunque no nos demos cuenta, pues significa etimológicamente: “desde ahora mismo”. En El Quijote se utiliza profusamente: “luego que lo vió…”

Sobresaliente: Quiere decir “de repuesto” o “de recambio”. Una roda sobresalente no es que salga del coche, despendolada, sino que es la de recambio.

Procurar: Es, simplemente, “buscar”

Largo: Significa exactamente lo contrario, “ancho”.

Grasa: Cuidado si decimos que nuestra bicicleta está llena de grasa porque no entenderán nada. Graça significa “gracia” y una persona engraçada es la que tiene “mucha gracia” o es “divertida”.

Gordo: Significa -esto sí- “grasa” y es masculino, de modo que si uno pide que le pongan “el gordo en el carro” no es que se vaya de viaje con Pavarotti y haya dificultades de estiba, sino que quiere que le engrasen el coche.

Oficina: Sólo se usa para el taller de reparaciones. Si digo que voy a la oficina, todos pensarán que trabajo allí o que voy a que me arreglen la moto. Lo que nosotros entendemos por oficina es el gabinete o el escritório.

Pegar: Si un portugués pega sua mulher no es encerrado fulminantemente como maltratador sino que estaría diciendo que la "coge" o la "recoge" de alguna parte. También se dice apanhar (apañar) aunque suele referirse más a cosas como un autobús o un taxi.

En fin, termino con un viejo chiste gallego sobre la peliaguda cuestión de las preposiciones que también en portugués tiene su sentido, aunque no así en español: Un amigo le pregunta a otro que a dónde va y le responde que a Vigo. El primero le ruega que precise si va “a” Vigo o “para” Vigo. El otro pregunta que cuál es la diferencia y aquél responde que “ir a Vigo” significa ir “de paso” mientras que “ir para Vigo” significa “para quedarse allí”. El viajero termina respondiendo: “...no sé si mandarte “a” la mierda o “para” la mierda”.

Cosas del idioma…

Curso acelerado de cocina

El fin de semana vinieron a casa algunos amigos. Se trataba de festejar la mudanza así que pedí a Silvia que preparase una cena típica mozambiqueña. Lo malo es que no disponemos de mucho menaje ni de los útiles adecuados para degustar los platos debidamente, de manera que, por ejemplo, uno de mis invitados se puso como un cirineo intentando romper una pata de cangrejo gigante con el mango del cuchillo mientras los demás nos parapetábamos disimuladamente detrás de las servilletas. El otro punto conflictivo es el de las cantidades. En Africa, dicen, no hay medidas para preparar de comer. El que cocina cuenta siempre con que aparecerá alguien más, de modo que guisa a bulto y siempre para que sobre. Silvia, fiel a este principio, compró ingredientes como para dar de comer a un batallón de fusileros. Yo iba con ella a ver si, por fin, lograba enterarme de algo, pero el resultado fue pobre. El portugués de mercado es algo peculiar para un extranjero, por no decir ininteligible, de modo que asistí al proceso como un mero tenedor de bolsas y proveedor de los billetes que Silvia pedía y distribuía aquí y allá con la alegría que da saber que no eran suyos. Compramos cangrejos más grandes que centollos, langostinos, pez piedra (una especia de besugo enorme), una tonelada de verdura y otros ingredientes que apenas logré identificar. El objetivo era hacer uno de los platos más característicos de Mozambique y, más concretamente, del sur: el Caril de Amendoim. Este lindo nombre se traduce literalmente por Curry de Cacahuete aunque no lleva curry en absoluto; en realidad, la palabra curry –o Caril- se utiliza genéricamente para cualquier tipo de guiso hecho en cacerola y, más específicamente, para la salsa o molho, que es su principal característica.
Así pues, nos zambullimos en la cocina –y digo nos porque yo hice de pinche- para preparar el más típico de los platos de la provincia de Maputo. Mientras Silvia diseccionaba muy profesionalmente los pobres cangrejos, sin antes escaldarlos, yo le explicaba cómo se cuece el marisco a la gallega y se come frío, cosa que le pareció una absoluta extravagancia y le provocó evidentes muestras de repugnancia. Aquí el marisco se come en caril o a la parrilla (grelhado) y lo demás no cuenta; un poco a la manera del Caribe y del levante español, con sus deliciosos sucs. Los camarões, nombre que se da a cualquier tipo de marisco en forma de gamba, desde la titular propiamente dicha hasta el langostino tigre de medio kilo de peso cada uno, se parten por la mitad y se ponen a la parrilla, sin que se conozca tampoco la entrañable plancha andaluza o madrileña. Luego, los camarões se sirven calientes con ensalada y piri-piri, la salsa picante nacional digna de figurar entre los disolventes más eficaces de cualquier tipo de tejido orgánico y de la cual hizo Silvia dos variantes: una, natural, compuesta de guindillas enteras con aceite y limón, y otra, triturada con otros ingredientes entre los cuales solo identifiqué la zanahoria. Probablemente el resto se audestruyó.
Los cacahuetes, en enormes cantidades, fueron sometidos a un proceso de molido que aquí se llama pilado y que tiene lugar en un artilugio de madera de cocotero que se llama pilão, una especie de almirez enorme que el lector curioso habrá visto alguna vez en esas típicas fotografías de mujeres africanas que baten un largo palo, como una pértiga, sobre un cuenco situado en el suelo, a sus pies. Ése es el pilão, aunque en tamaño familiar. A continuación voy a dar la receta del caril para quien quiera experimentar. Vale la pena, como luego se verá.

Ingredientes (como para cuatro personas):

  • Medio Kilo de cacahuetes.
  • Una cebolla grande
  • Sal
  • Medio Kilo de marisco o pescado (al gusto o al presupuesto. Si es un plato de diario, se hace con cualquier tipo de carne, especialmente el pollo)
  • Coco (opcional)
  • Tomate fresco o triturado

Se machacan los cacahuetes en el pilón o, para sibaritas europeos, se compra ya en polvo y para gorditos americanos, se sustituye por mantequilla de cacahuete. Se ponen a continuación en remojo, en agua fría, junto con el tomate. Una vez convertido todo en una pasta homogénea, se coloca en un recipiente grande (una olla o cacerola) donde se añade agua bien caliente hasta que se deshace del todo y se convierte todo en una especie de puré ligero de patata. Si se quiere añadir coco rallado y hacer del plato una auténtica bomba calórica, hágase ahora. La pasta resultante se pasa por un colador para obtener el jugo o leite.
En otra cacerola se corta la cebolla en rodajas y se le añade el jugo de cacahuete y de coco. Luego se pone al fuego y se echa el marisco (o el pescado o la carne) en trozos. Revuélvase el resultante de arriba abajo, regando continuamente el marisco con la salsa, hasta que rompa a hervir. Rectifique de sal al gusto. Se sirve acompañado de arroz hervido o de una especie de croquetón o patata que se hace con harina de maíz. Se come todo junto, limpiando el marisco y mezclándolo bien con la salsa y el arroz o lo que se añade piri-piri al gusto y resistencia del usuario.
El caril resultó un éxito, pese a la limitación en los medios de presentación y de manejo de los cangrejos. Tenía un sabor suave y aromático que gustó a la concurrencia y que le hizo prorrumpir en vítores a la cocinera, animada, probablemente, por los excepcionales caldos riojanos que acompañaron la velada.
Lo del caril, por otro lado, no fue más que el aperitivo, porque como plato fuerte, Silvia había preparado el peixe pedra al horno con un relleno de verduras, algo realmente exquisito que fue igualmente bien recibido y despachado. De lo demás ni me acuerdo.
La cocina mozambiqueña, además de los platos de tradición portuguesa tan familiares a los españoles, tiene sorpresas como esta, un plato modesto y sabroso que se adapta a todo como el gazpacho o el arroz.

Bom apetite!

lunes, 16 de abril de 2007

En la Plaza

Al norte, en Malhazine, junto a la carretera que va al aeropuerto, se yergue la vieja plaza de toros de Maputo, una reliquia del pasado colonial que aún se mantiene en pie. Lo cual ocurre de milagro porque su estado es lamentable. Abandonada desde la independencia de Mozambique, la plaza permaneció completamente accesible y, con el tiempo, fue ocupada por pequeños comerciantes que, primero, instalaron allí sus puestos, luego los transformaron en tiendas informales y, últimamente, en talleres de reparación de vehículos. Las galerías interiores se han convertido en un extraño y espontáneo mall que cuenta con tenderetes de todas clases. Los muros exteriores del edificio, por su parte, están cubiertos de pequeñas naves adosadas y toda la explanada que rodea a la plaza está llena de coches medio desmontados, piezas sueltas y un interminable barullo de mecánicos y clientes que pululan de un sitio a otro con piezas en las manos. Ya no hay touradas, claro, pero el ayuntamiento no quiere derruir la plaza sino convertirla en un centro cultural.

A la plaza se puede acceder libremente aunque el ambiente es poco turístico. Una vez superados los charcos y badenes que la rodean, se puede entrar por cualquiera de los viejos vomitorios. Dentro, sobreviene una sensación peculiar, una extraña mezcla de desolación y saudade, porque casi todas las instalaciones del edificio aún están en pie aunque tristes, vacías y cubiertas de polvo. Junto a la entrada principal aún se conserva la barra del bar con los viejos carteles y anuncios de la época.

Las viejas placas conmemorativas aún lucen en la puerta de acceso de toreros lo que transmite una suerte de absurda saudade y nostalgia por la pasada historia de esta ciudad, como cuando uno pasea por la Baixa y encuentra las abandonadas tiendas coloniales, ya sin género, pero con los vacíos escaparates en los que aún pueden verse maniquíes, tullidos y descoloridos, luciendo peinados vetustos y miradas de cincuenta años.

La plaza de toros conserva íntegros el graderío y la arena. Están en mal estado pero no hay edificaciones adosadas ni se han llevado los materiales. En esta arena se rodó una de las escenas de la película de Pollack “La intérprete”, protagonizada por Sen Penn y Nicole Kidman.

Ya no hay touradas, claro, pero el ayuntamiento no quiere derruir la plaza sino convertirla en un centro cultural. El proyecto, sin embargo, asciende a más de cinco millones de dólares que no son fáciles de encontrar y que, en todo caso, son más necesarios en otro lado, de manera que el proyecto de rehabilitación, como tantas cosas, queda para o futuro. Mientras tanto, la plaza sigue mirando al viajero que sale de la ciudad o al que va de compras al Shoprite, desde sus huecos medio tapados y su antiguamente orgulloso letrero casi destruido hoy por el cansancio. Uno se imagina que así comenzaron a desaparecer los teatros romanos.

viernes, 13 de abril de 2007

Sommershield

"...A piscina, o fio de coqueiros e o pôr-do-sol ... essa era a forma como o mundo se ordenava ... quando existia o paraíso”. La cita pertenece a Miguel, un habitante de Lourenço Marques que aparece en la última novela del portugués Francisco José Viegas. El paraíso se refiere a la capital de Mozambique y la piscina y los cocoteros pertenecían al Polana, el más emblemático de los hoteles del país.

"A antiga Lourenço Marques, jóia da coroa, pérola do Indico, sofisticada e geométrica, recortada a avenidas largas e arranha-céus, palco de um quotidiano descontraído, já não existe.”

Pero aún quedan vestigios y, aunque de los paraísos siempre se habla en pasado porque sólo existen en aquello que se perdió, el barrio de Sommershield en Maputo, justamente frente al Polana, ha ido poco a poco recuperado su antiguo esplendor, cuando era allí donde vivía la alta sociedad laurentina, gentilicio que, curiosamente, aún persiste y sólo ahí, en la marca de la cerveza nacional mozambiqueña.

Mi casa está en Sommerschield, casi frente al mar, en una pequeña calle rodeada de árboles y flanqueada por mansiones remozadas poco a poco hasta ir recuperando sus mejores años y convertir el barrio en una de las zonas más elegantes y caras de Maputo. El edificio no tiene gran valor arquitectónico; se trata de una construcción blanca, cuadrada, con tejado a cuatro aguas, rodeada de un jardín con grandes árboles, habitaciones accesorias para la servidumbre, dos gallineros y una jaula para perros. La casa tiene dos pisos y varias terrazas y, como característica más peculiar, una desmesurada profusión de rejas por todas partes. Según parece, ha venido siendo ocupada por altos funcionarios sometidos a ciertos peligros o que se han encargado de casos difíciles que requerían de especiales medidas de seguridad.

El interior es amplísimo y aún lo parece más debido a la casi ausencia de muebles. Salvo un comedor, un tresillo y las camas, la casa está vacía. Después de las obras, el suelo está inmaculado y la pintura blanca resplandece en las paredes. Sin embargo, se nota que es una casa vieja que necesita una renovación general, especialmente en la cocina y los baños que acusan ya una evidente antigüedad. Pero tiene aire acondicionado y hay abundante agua caliente, cuya falta ya venía constituyendo una tortura en el flet.

La casa está rodeada de gente: Valentím, el jardinero; Francisco, Benito y Fenías, los guardas; algún pintor o electricista retrasado que continúa con las obras del exterior y, en medio de todo, Silvia, instituída en mayordoma de la casa, ordenando y protestando porque falta de todo pero feliz porque al fin tiene agua caliente y puede hacer bolinhos. Valentím se ocupa del jardín que mantiene inmaculado aunque no conoce el nombre de los árboles; Los guardas se encargan de la seguridad 24 horas al día, abren las puertas cuando llego, las cierran cuando me voy y limpian el coche siempre que está en el garaje. Según la costumbre, yo debo proveerles de té y, si es posible aunque no obligatorio, de algo de comida de la que sobra en la casa. Silvia les da, además, refrescos y azúcar.

El martes, por la noche, al ocupar la vivienda por primera vez y dar un paseo por el jardín, se apreciaba el agradable cheirinho a mar que traía una ligera y chispeante brisa. Por fin en casa.

jueves, 12 de abril de 2007

A bordo

Ayer tuvo lugar la firma de un importante memorándum de entendimiento entre España y Mozambique en materia de pesca. Vino para la ocasión el Secretario General de Pesca del Ministerio de Agricultura para solemnizar el acto en la embajada junto con el Ministro de Pesca Mozambiqueño. A continuación, se ofreció un convite a todas las autoridades a bordo del Vizconde de Eza, el barco oceanográfico español que ha llevado a cabo un programa piloto de capturas para la evaluación científica y biológica de las aguas mozambiqueñas. Allí estaba yo, gracias, una vez más, a la amabilidad de la Embajada, pese a que mi presencia allí constituía una graciosa excepción bajo el punto de vista técnico dado que todos se preguntarían, sin duda, qué tendría que ver la justicia con el programa de pesca. Pero el caso es que tuve la ocasión de saludar a algunos embajadores ya conocidos, a otros nuevos y reencontrarme con algunas personas que ya se van haciendo familiares como consecuencia de estos actos.

El Vizconde de Eza es un modernísimo barco oceanográfico de la Secretaría General de Pesca Marítima para la investigación pesquera. Su misión es analizar y evaluar el estado de los mares, especializándose en la búsqueda de caladeros en aguas profundas. Se trata de una nave muy avanzada con un sistema de posicionamiento dinámico único en España que le permite permanecer en un mismo punto sin variar su posición, compensando las condiciones adversas de oleaje, corrientes o viento.

Además cuenta con propulsión diésel-eléctrica lo que garantiza una navegación silenciosa y una obtención de datos exentos de vibraciones y de ruidos. En realidad, se trata de un gran laboratorio flotante que cuenta con seis secciones especializadas (química, biología, física, acústica, laboratorio húmedo e informática) equipadas con una avanzada instrumentación científica. Su casco, reforzado en la proa, le permite trabajar entre hielos flotantes y puede realizar levantamientos de fondos de hasta 5.000 m de profundidad. Tiene, por último, un vehículo de operación remota submarina (ROV) diseñado para maniobrar hasta una profundidad de 600 metros, grabar imágenes submarinas y adquirir datos oceanográficos. El barco ha estado un mes en los caladeros mozambiqueños pescando y evaluando las especies capturadas.

Lo mejor del Vizconde de Eza es, sin duda, su tripulación. Se trata de un extraordinario grupo de marinos, dicharacheros y sonrientes, que hacen de la vida a bordo una experiencia inolvidable. La mitad son marinos y la otra mitad, biólogos y científicos. Su amabilísimo capitán siempre estuvo pendiente de cualquier detalle así como de atender y agasajar a los invitados para que nos sintiéramos en casa, lo que logró meritísimamente, además, gracias a una pantagruélica cena a base de platos españoles entre los que destacó con luz propia el jamón ibérico, la empanada gallega y el pulpo a feira, cocido en el momento por un incomparable cocinero que Dios mantenga vivo por muchos años para bien de la humanidad. Todo fue regado con unos excelentes albariño y rioja y rematado con pastelitos de nata y chocolate acompañados de whisky de malta a tutiplén. También nos hicieron varios regalos con el logotipo del barco. En resumen: llegué a casa rodando.

La fiesta, por tanto, fue una delicia. Después de una espléndida presentación audiovisual del trabajo realizado y de los respectivos discursos, comenzó la cena. Mientras yo hablaba con la Primera Secretaria de la Embajada de Irlanda, uno de los oficiales nos traía langostinos y pulpo que luego degustaba con nosotros mientras explicaba la receta perfecta para hacerlo a feira: no más de 2 kg. por pieza, congelado, 20 minutos de cocción para 1,5 kg. y 5 más por cada 100 gramos, cortado a tijera y no a cuchillo, aceite de oliva de gran calidad, pimentón dulce y picante mezclados y sal gorda. El capitán elogiaba las condiciones marineras del barco que una vez escoró hasta 41 grados sin zozobrar y el jefe científico nos contaba la vida a bordo y las maravillas biológicas que habían visto durante la misión. Dijo que de entre todas las muestras extraídas aparecerían, sin duda, nuevas especies que ninguno había reconocido y que tenían guardadas en alcohol. Contó también una divertida historia que permite tener una visión del mundo científico real, bastante menos ampuloso de lo que parece a los profanos. A continuación la transcribo para esparcimiento de paciente lector.

En una reciente misión en Marruecos, habían recogido una pequeña esponja sin catalogar. Cuando hacen las capturas de especies desconocidas, los científicos les ponen nombres familiares: pececito rojo con aleta gorda, conchita con raya verde, rayita enana con ojos saltones… y así. Luego, a medida que van identificando biológicamente el animal, aplican la clase, el género, la especie, la forma, etc. según la taxonomía académica. Resulta que aquélla esponjita sin catalogar tenía la apariencia de una patata pequeña con brotes, así que un miembro del equipo biológico, gaditano él, la llamó papita cresía y, por un descuido burocrático, la documentación relativa al animal fue enviada a Bruselas para su clasificación con tal nombre. Como parece latín, hé aquí que el nombre científico de la nueva y curiosa esponjita viene siendo, provisionalmente, aquél tan cariñoso, mínimo y familiar, que le puso nuestro simpático científico gaditano.

miércoles, 11 de abril de 2007

Epiqueia

El Capitán cabalga de nuevo después del paréntesis pascual y comienza por relatar una breve fábula que demuestra cuán delicado es impartir justicia en un mundo tan complejo como éste, donde la realidad supera a la Ley y las cosas no son casi nunca como parecen.

Hace algún tiempo, en una aldea del interior del país, en una zona rural, se presentó una denuncia por la violación de una jovencita, mayor de edad. El acusado era su padrastro. Se trataba, naturalmente, de un delito muy grave, penado con 8 a 12 años de prisión, que determinó el ingreso inmediato en la cárcel del presunto agresor. La denuncia provenía de una hermana mayor de la supuesta violada y era, junto con el Fiscal, la única acusadora en el proceso.

La causa se presentaba sencilla puesto que el padre reconocía haber cometido el hecho. Cuando el Juez interrogó al agresor, este aparecía tranquilo y no aceptaba responsabilidad alguna. En un momento determinado del interrogatorio, el acusado dijo que la joven era su esposa lo que, lejos de caer en oídos sordos, llamó la atención del Juez. Éste, extrañado, mandó llamar como testigo a la hermana de la víctima la cual confesó que había presentado la denuncia porque no estaba satisfecha con cómo habían salido las cosas. Cada vez más intrigado, el Juez Instructor decidió entrar en el fondo de la cuestión. Como no conocía las costumbres del lugar, ordenó llamar a los notables de la aldea a los que preguntó por lo sucedido y pidió que le explicaran las reglas sociales del grupo. Esto es lo que averiguó:

En muchas zonas del país se practica la poligamia. No se trata de un régimen legal, por supuesto, pero sí tradicional y perfectamente asumido por la población. En la zona en la que ocurrieron los hechos, la poligamia constituye un uso generalizado al que se añade un componente matriarcal muy acusado. Nuestro hombre, en cierto momento, planteó a su primera mujer que deseaba tomar una nueva esposa. El marido no puede hacerlo sin su consentimiento que, por otra parte, ella otorga después de elegir la modalidad, porque es la mujer y no el hombre quien la elige. Ella tiene dos posibilidades: la primera y normalmente utilizada es la de nombrar a alguien de su familia que suele ser una hermana menor, una prima, una sobrina, etc. Si no hay mujeres libres en la familia, la mujer deja en libertad al marido para buscarla fuera de este núcleo. En nuestro caso, y dado que la mujer tenía una hija de otro matrimonio, sin vínculo alguno de sangre con su marido, decidió que la segunda esposa fuera ella. He aquí cómo la hija se convirtió en la segunda esposa de su padrastro y cómo su otra hermana, disgustada por lo sucedido, decidió presentar la denuncia.

Los notables de la aldea no veían, por supuesto, delito alguno imputable al marido sino cumplimiento estricto de las reglas tradicionales.

El Juez, descubierto el misterio, se vió ante el problema de aplicar una ley inadecuada para regular la realidad antropológica de aquél núcleo y, haciendo malabarismos jurídicos terminó por condenar al padre a un año de prisión que, como era el tiempo que llevaba en régimen preventivo cuando fue juzgado, determinó su inmediata puesta en libertad. El Juez y los notables hablaron con la familia para retornar las cosas a su lugar y de aquello nunca más se supo.

Epiqueia, decían los filósofos cínicos: sensatez y sentido común en la aplicación de las leyes.