viernes, 2 de marzo de 2007



Hoy se ha celebrado la solemne apertura del año judicial. Es un acto protocolario y formal como todos los de este tipo. Además de los discursos habituales, culminados por el del Venerando Presidente del Tribunal Supremo, han tomado posesión los nuevos jueces y se ha podido escuchar a un coro masculino que ha amenizado las transiciones con sus prodigiosas voces, aplicadas al himno nacional y a otras piezas de ignorada pero animosa naturaleza. Hemos guardado también un minuto de silencio por las víctimas de las riadas y los ciclones que han asolado las provincias del norte y centro del país. El evento ha tenido lugar en un lujoso hotel cercano al malecón. Junto con la judicatura en pleno algunas de cuyas caras ya empiezan a sonarme, estaban miembros destacados del poder ejecutivo, los representantes de la ciudad y casi todo el cuerpo diplomático. He tenido, pues, la ocasión de saludar de nuevo al Embajador quien me ha presentado, de paso, al de Holanda y a la de Brasil.
A la salida del acto se ha producido un increíble embotellamiento de aparatosos coches oficiales y otros con matrícula diplomática, entre los cuales navegaba, medio perdido, mi fiel motorista con su modesto Toyota. Estoy intentando conseguir un todo terreno porque, de lo contrario, será imposible llegar a ciertos lugares de extraordinario interés como la Reserva de Elefantes de Maputo y las playas de Ponta D’Ouro, en los que sólo hay pistas de tierra.

No hay comentarios: