lunes, 12 de marzo de 2007

Inmigración Ilegal

Ahora resulta que soy un inmigrante ilegal. Según parece, mi visado sólo permitía una entrada y una salida del país. Cuando salí a Sudáfrica, por tanto, me quedé sin visa. La cosa no hubiera tenido importancia si, al entrar de nuevo, me lo hubiera dicho el aduanero. Me habría sacado otra después de dos horas de espera, el abono de los respectivos cargos y ya está. Pero resulta que no me dijeron nada, que me dejaron entrar como si nada y héte aquí que ahora aparezco convertido en un inmigrante sin autorización para estar en el país, o sea, en un auténtico indocumentado y, además, delincuente laboral.

Me enteré de tan bonita nueva a través del servicio de protocolo del Supremo cuyo representante vino a contármelo con cara de Ayvé la que se ha armado! porque, al parecer, algún chivato-gafotas-acusica le había ido con el cuento al Ministro del Interior y éste se lo había transmitido, a su vez, al Venerando Presidente porque la cuestión llevaba aparejada una multilla de 1.000 meticales diarios de nada. Afortunadamente la cuestión ha sido solucionada por los conductos habituales y parece ser que sobreviviré. De momento, voy con varias certificaciones oficiales llenas de sellos donde se hace constar mi nada sospechosa condición y las altas labores a las que me dedico, todo para que la policía no me detenga y me meta en las tenebrosas cadeias (prisiones) sin darme la oportunidad de abrir la boca. Y ojito porque aquí eso del hábeas corpus, la asistencia al detenido, el ingreso en prisión por orden judicial y otras cuestiones menores están, no digo que no, pero muy raramente en la práctica diaria.
Mi pasaporte y demás legajo de apoyo están ahora en un misterioso departamento del que mi papelillo de color grana saldrá renovado, con un visado múltiple y una tarjeta de residencia. Entonces me convertiré, por fin, en un expat con todas las de la Ley y dejaré de mirar de soslayo a los policías que patrullan las calles desde sus pick up’s.

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