Me enteré de tan bonita nueva a través del servicio de protocolo del Supremo cuyo representante vino a contármelo con cara de Ayvé la que se ha armado! porque, al parecer, algún chivato-gafotas-acusica le había ido con el cuento al Ministro del Interior y éste se lo había transmitido, a su vez, al Venerando Presidente porque la cuestión llevaba aparejada una multilla de 1.000 meticales diarios de nada. Afortunadamente la cuestión ha sido solucionada por los conductos habituales y parece ser que sobreviviré.
De momento, voy con varias certificaciones oficiales llenas de sellos donde se hace constar mi nada sospechosa condición y las altas labores a las que me dedico, todo para que la policía no me detenga y me meta en las tenebrosas cadeias (prisiones) sin darme la oportunidad de abrir la boca. Y ojito porque aquí eso del hábeas corpus, la asistencia al detenido, el ingreso en prisión por orden judicial y otras cuestiones menores están, no digo que no, pero muy raramente en la práctica diaria.
Mi pasaporte y demás legajo de apoyo están ahora en un misterioso departamento del que mi papelillo de color grana saldrá renovado, con un visado múltiple y una tarjeta de residencia. Entonces me convertiré, por fin, en un expat con todas las de la Ley y dejaré de mirar de soslayo a los policías que patrullan las calles desde sus pick up’s.
Mi pasaporte y demás legajo de apoyo están ahora en un misterioso departamento del que mi papelillo de color grana saldrá renovado, con un visado múltiple y una tarjeta de residencia. Entonces me convertiré, por fin, en un expat con todas las de la Ley y dejaré de mirar de soslayo a los policías que patrullan las calles desde sus pick up’s.
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