A la altura del Club Marítimo, una vez pasado el Casino, se encuentra el esqueleto del Hotel 4 Estações. Se trata de un aparatoso rascacielos construido a escasos metros del litoral. Cuando en 1975 se declaró la independencia, el hotel estaba a medio construir, de modo que los portugueses se marcharon y el edificio quedó únicamente con la estructura de hormigón. Así ha permanecido, solitario y vacío, durante más de 30 años, como un extraño monumento a la descolonización. Pero ha sonado su hora. El próximo día 31 de marzo será finalmente demolido con cargas explosivas. Toda la ciudad está sobre aviso y se han difundido folletos advirtiendo y señalizando la zona de exclusión.
De regreso a la ciudad por la orilla del mar, encontré un grupo de pescadores descargando las redes. Utilizan artes muy tupidas de manera que capturan de todo: ví peces minúsculos, morralla multicolor, cangrejos parecidos a nécoras y, lo más preciado, langostinos. Los pescadores hacían tres grupos con las capturas, los peces, los cangrejos y los langostinos. Luego irían a venderlo al Mercado do Peixe.
Siguiendo la costa, se llega al puerto pesquero, un pequeño recinto a donde llegan unos barcos vetustos y herrumbrosos llenos de peces increíbles. Aquí, al contrario que en la playa, solo se ven piezas descomunales, meros, besugos, congrios y un sinfín de peces desconocidos. Al llegar a puerto, ya hay esperando pequeñas furgonetas refrigeradas listas para cargar la mercancía y llevarla a otros destinos, incluyendo a Sudáfrica. Pocos de estos peces se ven en los mercados locales.
En la Plaza 25 de Junio -fecha de la independencia y día en que Samora Machel asumió la Presidencia de la República- se yergue una antigua fortaleza de piedra roja construida por los portugueses. Tuvo carácter militar para defender el puerto y, a veces, también sirvió de prisión; hoy se dedica a un pequeño museo al aire libre con piezas herrumbrosas y cañones antiguos. El patio de armas se dedica a actividades culturales que van desde conciertos de jazz a desfiles de moda.En la plaza de la fortaleza se instala los sábados un mercadillo de artesanía, repleto de esculturas, baratijas, abalorios y cajitas de ébano, sándalo y palo rosa. También hay pinturas, batik y capulanas de todos los colores. En el mercado se ven bastantes extranjeros, la mayor cantidad de blancos que he visto junta en Maputo. Los objetos se repiten en casi todos los puestos, indicando que no los fabrican los vendedores.
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