miércoles, 20 de junio de 2007

Gorongosa

De camino a Chimoio, la capital de Manica, se encuentra el Parque Nacional de Gorongosa. Durante la guerra civil, la zona fue uno de los principales campos de batalla donde la Frelimo y la Renamo se batieron. Los 3.300 Kilómetros cuadrados del viejo parque colonial quedaron prácticamente desprovistos de vida animal y las instalaciones turísticas de Chitengo permanecieron en ruinas durante muchos años. Después de la guerra hubo algunos intentos por resucitar el parque, principalmente a partir de finales de los años 90 pero no fue posible por falta de medios. En 2006 tomó las riendas de este proyecto la Fundación Carr de Estados Unidos que, junto con el gobierno de Mozambique, diseño un proyecto de rehabilitación que durará 30 años. Se están introduciendo nuevos animales para repoblar la casi extinta población original y se procede a reparar el centro turístico de Chitengo.
El 14 de abril pasado se abrieron de nuevo las puertas del parque para los turistas nacionales y extranjeros (cada uno con distinto precio de entrada), lo que dio ocasión a que todos los amigos de Beira nos fuésemos allí a pasar el día.
Desde Beira se tardan más de dos horas en llegar a Gorongosa y, una vez abandonada la carretera principal, hay que recorrer 11 Km. hasta llegar a las puertas del parque. El recorrido se hace por una pista forestal o picada que se encuentra en lamentabilísimas condiciones, lo que hace impracticable el intento si no se viaja en un 4X4 y aún así, da la sensación de que los coches se van a desmoronar en cualquier momento. Nuestros tres vehículos hicieron el trayecto en media hora, en medio de una gigantesca polvareda que se levantaba entre los árboles como el humo de un incendio. Dentro del parque las vías son también de tierra aunque un poco mejor acondicionadas. El problema del polvo es que obliga a los coches a viajar con mucha distancia entre ellos y –sospecho yo- aleja a los animales de los caminos.

Comparado con el Kruger, el Gorongosa es mucho más arbolado, al menos en el sur. Recuerda a la idea tradicional de selva que tenemos los europeos. Claro que también hay enormes extensiones de sabana, pero, en general, la impresión que ofrece es la de un terreno más accidentado y boscoso lo que obviamente dificulta la visión de los animales más allá de las picadas.
En sus buenos tiempos, el parque contaba con los cinco grandes y, además, con hipopótamos y jirafas. Actualmente la población está diezmada o es prácticamente inexistente, de modo que la dirección del proyecto de restauración está procediendo a reintroducir las especies adecuadas para recuperar el ecosistema. Han empezado por los grandes herbívoros (ñus, cebras y búfalos) que han comprado, al parecer, al Kruger. También han comenzado a traer y criar con éxito varios tipos de antílopes. Próximamente comenzarán con los rinocerontes y con algunos carnívoros como el leopardo, las hienas y los perros salvajes, además de los leones que se mantienen en el parque ocupando la parte occidental.
Restablecer un ecosistema de este porte es tarea francamente difícil aunque apasionante y en Chitengo conocimos a la dirección técnica que nos hizo algunos regalos y nos mostró detalles del proyecto.

Dimos un largo paseo por la zona occidental y, siguiendo el río Mussicadzi, llegamos a la Casa de los Leones, una antigua casa de verano en ruinas en la que vive una familia de leones. No pudimos ver ninguno allí aunque sí pudimos apreciar de lejos cómo uno de ellos acechaba entre la hierba a un rebaño de antílopes de agua que pastaba por los alrededores. Estuvimos un buen rato intentando ver si les atacaba y podíamos presenciar un catch, pero no lo conseguimos. Incluso bajamos un instante de los coches en un rapto de valor para obtener una mejor posición, pero todo sin éxito.

Durante el resto del paseo vimos impalas, kudus, facoceros y grandes familias de macacos. Por la tarde, regresamos a comer a Chitengo y disfrutamos de un buffet del que dimos cuenta casi en familia dada la ausencia de turistas. En realidad, creo que los únicos que estábamos allí éramos nosotros y los trabajadores del parque.
Antes de que oscureciera y la noche nos sorprendiera en las horrorosas picadas del parque, regresamos a la carretera con destino a Chimoio. Pero ya raya el día y contaré lo que falta del cuento si me permitís vivir hasta mañana...

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