lunes, 9 de julio de 2007

Chimoio

Chimoio es la pequeña y tranquila capital del distrito de Manica. Se trata de la antigua Vila Pery de los portugueses., situada en el llamado Corredor de Beira, entre la costa y Zimbabwe. No podría decir el número de sus habitantes porque, aunque lo pregunté, nadie estaba en condiciones de responder. Con todo, calculo que tendrá unos cien mil, la mayoría, como suele ser habitual, viviendo en los suburbios que rodean el centro.Muy castigada durante la guerra civil, la ciudad es muy agradable aunque carece de cualquier interés arquitectónico o monumental excepto un par de edificios coloniales.
La atracción turística más destacable es la cabeça de velho, un pequeño grupo montañoso
situado a un par de Km. al sur de la ciudad que, visto desde ella, semeja el rostro acostado de un anciano. Dicen que, en verano, nace un manantial en el collado que está a la altura de lo que podrían ser los ojos, de modo que parece que el viejo llora. Chimoio está lleno de bicicletas. Al contrario de lo que sucede en Maputo, la población del centro de Mozambique no siempre está en condiciones de utilizar las chapas, un sistema caro habida cuenta de las distancias que aquí se recorren, sino que viajan a pie o a lomos de la entrañable bicicleta. Por supuesto que no se trata de modelos de montaña, de diseño chic o de última generación, sino de los viejos caballos de tubo de hierro que recuerdo de mi niñez, grandes, robustas, llenas de accesorios para aumentar su capacidad, pintadas de cualquier color -siempre que sea negro- y con el peso y la resistencia suficientes como para llevar a uno o dos pasajeros y su abundante equipaje. En cuanto las ví, me recordaron aquella viejísima bicicleta de hierro y varillas donde aprendí a montar y cuyo enorme peso hacía que me costara un triunfo levantarla del suelo cada vez que se caía.Las bicicletas en el centro del país aún suponen un instrumento esencial para el transporte, las hay en todo lugar y se utilizan de mil maneras: como vehículo particular, como taxis individuales, para vigilancia, como transporte de mercancías y bultos multicolores, para uso oficial de funcionarios e, incluso, bajo la forma de bicicletas-ambulancia que personalmente no he visto pero que, de tanto en tanto, aparecen como objeto de concursos públicos del Ministerio de Salud. En resumen, las bicicletas siguen siendo una fuente de progreso y riqueza y constituyen una de las principales aspiraciones de los habitantes del distrito.En Chimoio pasé tres días trabajando, conociendo la ciudad y disfrutando de la hospitalidad de los amigos. En la ciudad todos se conocen y mantienen buenas relaciones porque las fuerzas vivas son muy pocas. Además de esto, la ciudad cuenta con dos atractivos para un extranjero: el mercado del arrabal y la vieja fábrica textil portuguesa.
El mercado es al aire libre y con toldillos, del tipo de Xipamanine. Aquí, a diferencia de lo que me pasó entonces, iba acompañado y pude disfrutar del ambiente y de unos precios absolutamente irrisorios. Recorrimos los puestos y nos interesamos por todo, en un ambiente mucho más tranquilo y seguro que Maputo y atendidos siempre con cortesía y sonrisas.
Terminamos comprando té, nueces, un mechero, varias alfombras tejidas con hoja de palma y una gallina para hacerla en pepitoria, a la portuguesa.

El complejo de la fábrica textil portuguesa se construyó al estilo de las ciudades obreras de los años 60 como la Pegaso en Madrid. Hoy está en ruinas en su mayor parte y las naves, quizá recuperables, no pueden ponerse en marcha porque la industria textil ya no es la que era ni justificaría el esfuerzo económico de reiniciar la actividad. Así que ahí sigue la plaza de toros, las desocupadas viviendas de los obreros, la escuela abandonada y hasta el picadero.
En los arrabales de Chimoio, hay algunas destilerías caseras de nipa, el aguardiente local hecho con azúcar de caña y frutas, de graduación incalculable y que embotellan y distribuyen los propios productores utilizando envases de cualquier procedencia. Compramos algunas botellas para la colección de mis amigos, algunas con etiquetas obviamente alusivas a su fuerza, otras en envases de plástico y, por descontado, sin otra licencia ni garantía de ninguna clase. Sólo para bebedores curtidos.

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