viernes, 14 de septiembre de 2007

Un paseo nocturno

Anoche, uno de los guardas se puso enfermo. Parecía ser algo del apéndice aunque él le quitaba importancia. Decía que le habían operado de alguna cosa por ahí y que cuando cambiaba el tiempo le dolía. La cosa se agravó con el paso de las horas de modo que, rechazada la oferta de ir al hospital, decidí llevarle a su casa para que descansase. “Es algo lejos”, dijo, y enmudeció discretamente. Resultó que, más que lejos, su casa parecía estar en otra provincia, detalle que aprecié casi inmediatamente al ver que las avenidas desaparecían y nos internábamos en un laberinto de callejuelas flanqueadas de chabolas y huertecitos que dieron paso, finalmente, a un territorio salvaje en el que no había ni trazados, ni aceras ni calles ni callejuelas, sino pistas de arena por las que mi sufrida bakkie daba tumbos deslizándose de acá para allá como un monstruo borracho mientras mi pobre pasajero enfermo se debatía en un ay y yo me hacía cruces pensando en el regreso. Cada vez que el paciente me indicaba un nuevo giro o una desviación yo me encomendaba a todos los santos para acordarme de algún detalle que me permitiera regresar vivo a la civilización. Los arrabales de Maputo son un laberinto sin iluminación y sin calles, en el que se mezclan las casitas con las chabolas, los baruchos de mala muerte con las machambas y algún coche despistado, bamboleante entre las dunas, con un enjambre de chapas desencajadas que conectan todos los barrios entre sí. En medio de aquél dédalo, sumido en la oscuridad más espantosa, el único coche conducido por un blanco era el mío. Si se me para ahora la carrinha –pensé- estoy perdido. Cuando dejé al guarda en su casa, emprendí el regreso conteniendo el aliento. Dado que no hay iluminación alguna, carecía de casi toda referencia visual, de modo que imploraba al cielo que me iluminase cada vez que me veía en un cruce. Mis oraciones debieron hacer efecto porque conseguí llegar a las avenidas del centro de Maputo sin mayores contratiempos. La distancia entre el centro y los arrabales es algo más que una cuestión geográfica.

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