sábado, 24 de febrero de 2007

La Llegada

El viaje Madrid-Maputo pasó por Lisboa. De acuerdo con mi suerte habitual, resultó ser el único vuelo de todo Barajas que llevaba retraso. No mucho, afortunadamente, de manera que una hora más tarde de la prevista en Lisboa, hicimos el gran salto.
Se ve que es política general de la administración pública darse a pocos lujos con sus funcionarios, así que el billete que me compraron era de clase turista. Para viajes cortos, esto se puede soportar pero para los transoceánicos o intercontinentales, la cuestión es bien diferente y eso que los asientos de la TAP son mejores que los de Iberia y bastante más espaciosos. Pese a todo, resultó bastante incómodo aunque la coincidencia horaria hizo que todo el trayecto fuera nocturno y que, salvo algún pequeño sobresalto, pudiera ir dormido.
El aeropuerto de Maputo está muy cerca de la ciudad, apenas a 3 Km. y al llegar, tuve una experiencia inédita: el paso por la Sala de Autoridades. Antes de salir de la pista apareció una señora con mi nombre en un cartel y me llevó por otra entrada hacia una sala donde me esperaba el Coordinador General de la Cooperación Española, el Presidente del Tribunal Provincial de Maputo y una cohorte de ayudantes y auxiliares que se afanaban yendo y viniendo con papeles y maletas. A los aduaneros ni los ví. En un momento me trajeron el equipaje que habían recogido en mi nombre, con el pasaporte ya diligenciado. Mientras tanto, fui amabilísimamente atendido por el Presidente y por el Coordinador que me dieron una primera imagen de la ciudad y de lo que me esperaba.
Al salir me presentaron a mi chófer (el motorista). Resulta que no me han comprado un coche sino que me proporcionan uno con conductor. Es muy joven, viene del norte y habla un extraño portugués mezclado con un acento local con el que apenas se hace entender. Pero es extraordinariamente servicial y sonriente y me sigue a todas partes.
Hay otra persona que me sirve de contacto con el mundo. Todos le conocen por “cubanito” dado que, gracias a una beca, estudió en Cuba y habla un simpático español con acento caribeño. Hace de traductor y enlace. Aunque no sea necesario, siempre me habla en español y me acompaña en todas las misiones y entrevistas oficiales.
Pasemos al asunto de la residencia: El Tribunal Supremo me considera su invitado y se hace cargo de mi estancia. Pero las cosas en Mozambique no salen bien a la primera y la casa que me tienen destinada no está –según parece- en las debidas condiciones. De modo que la van a reformar, pintar y rehabilitar. Esto hace que no pueda ocuparla hasta dentro de dos meses, aproximadamente. Mientras tanto, me llevaron a un hotel en el centro de la ciudad y, dentro de unos días, a un apartamento que el Tribunal tiene en propiedad. En Mozambique, a todos los jueces se les proporciona coche y vivienda aunque no se diga nada de su estado medio. En mi caso no está mal. El coche –un Toyota Camry- no es nuevo pero está en buen estado y eso que durante el viaje del aeropuerto al hotel iba sonando una rueda como si llevase colgado un llavero de plomo, pero debía ser algo sencillo de arreglar porque lo hizo el motorista aunque no logré entender qué había hecho. El apartamento, por su parte, tampoco está mal. Algo destartalado y con un solo dormitorio pero es muy grande, con una cocina enorme que en España incorporaría lavadero, comedor, tendero y office pero que aquí sirve para todo. Hace eco.
El apartamento está frente a un edificio totalmente destruido por una bomba terrorista que explotó hace diez años y que aún se mantiene como entonces. La visión, puede imaginarse, es poco sugerente.
Mi futura casa, en cambio, está en un lugar privilegiado de la ciudad, al lado de la residencia del Embajador, de ex presidentes de países vecinos y de otras personalidades. Apenas la he visto por fuera pero he podido comprobar que tiene un jardín enorme lleno de vegetación y que es un edificio muy grande.
Después de instalarme en el hotel, me llevaron a un antiguo restaurante a la orilla del mar. El Embajador deseaba invitarme a comer y allí me presenté después de un largo paseo por la carretera que discurre junto a la playa. El Embajador es una persona extraordinariamente cortés y muy agradable. Me ofreció toda su ayuda y la del equipo diplomático y me mostró su alegría por haber podido, finalmente, conocerme. Según me contó, tras este viaje hay mucho esfuerzo y negociaciones y se han puesto muchas ilusiones en el proyecto. La comida fue deliciosa, pescado y marisco a la brasa, todo regado con vinho branco portugués.
Así terminó la jornada, el resto del día de mi llegada lo dediqué a disfrutar de la vista de la ciudad y del mar desde mi habitación del piso doce del hotel Rovuma y a descansar, por fin.

1 comentario:

Emanuele Catena di Monti dijo...

Caro e lontano Pietro:

No dejas de sor-prender-nos...

La idea del blog es muy apropiada para conocer tus andanzas en tiempo real... al menos las publicables para menores...

He sacado billetes a Roma con mi señora y los niños a ver si le damos un repaso a las inmobiliarias, y picamos con algo a buon prezzo, con vistas, buena situación, y a amortizar a 50 Euros al mes...

Un fuerte abrazo.