Los españoles no nos molestamos mucho en aprender portugués y no porque sea fácil de aprender -que es lo que suele decirse- ni porque nos podamos entender cada uno en su idioma sino porque, en realidad son ellos los que nos entienden y se hacen entender, de modo que disfrazamos nuestra propia incapacidad con la sentencia de que el esfuerzo no merece la pena. Error. Ellos nos entienden porque el español es un idioma fonéticamente sencillo y tiene sonidos que también posee el portugués. Por el contrario, un español medio se las verá y deseará para entender a un portugués porque su idioma tiene sonidos que el español desconoce por completo y lo malo es que estos sonidos son muchos. No sólo las vocales se pronuncian de manera distinta (abiertas, cerradas, sordas…) sino que también las consonantes tienen lo suyo (palatales, fricativas, silbantes…) y la mezcla de unas y otras hace que el resultado práctico sea una barrera fonética casi infranqueable sin conocimiento previo.
Para colmo de males, el portugués es uno de esos falsos amigos de los que hablan los lingüistas, con una lexicografía y una semántica endiabladas que, aunque participan de un pasado común con el español, han terminado por derivar en significados y acepciones totalmente estrambótico para nosotros, como más adelante se verá con unos encantadores ejemplos. Parte de estas acepciones han pertenecido en tiempos pasados al español pero han perdido vigencia o han evolucionado hacia otras más modernas. En general, podría decirse que el portugués se parece más al español antiguo que al moderno y en este sentido se trata de un idioma menos evolucionado, como ocurre con el gallego. Si bien es cierto que todos proceden de un tronco románico común, que podríamos denominar leonés antiguo, el tronco galaico-portugués experimentó una evolución distinta que la del leonés que terminó por convertirse en el español actual con la excepción residual del bable que aún conserva mucho del antiguo modo. De esta forma, es fácil encontrar en el bable o en el gallego, muchas de las construcciones sintácticas del portugués, e incluso la manera de hablar de las montañas de León –que no usan el bable pero sí guardan mucho del leonés antiguo- conservan una estructura parecida cuando anteponen, por ejemplo, el artículo y el posesivo al sustantivo. Un asturiano o un leonés de cierta edad aún dicen “las mis gafas” o “el mi carro”, como harían un gallego o un portugués, pero no un castellano moderno. Por otro lado, el curioso que relea el Quijote descubrirá una enorme cantidad de léxico, acepciones y formas sintácticas que ya no existen o carecen de uso en el español moderno y que le costará entender. Por el contrario, a un gallego, a un asturiano, a un leonés o a un portugués, le resultará mucho más familiar, incluso vigente.
Para compensar este inmenso rollo, sigue un jueguecito: se trata de averiguar el significado español de las palabras que aparecen a continuación. Son palabras cotidianas, no se piense que están escogidas para pillar. Al mirar las soluciones, se comprobará lo dicho acerca de los falsos amigos que inducen a la confianza pero que le apuñalan a uno por la espalda al menor descuido. Si se mira el Diccionario de la Academia Española, se podrá comprobar que aún subsisten algunas de estas acepciones aunque en los últimos lugares.
Indique, pues, el significado de las siguientes palabras (la grafía está adaptada al español):
Exquisito
Barata
Desastre
Niño
Callar
Pronto
Luego
Sobresaliente
Procurar
Largo
Grasa
Gordo
Oficina
Pegar
RESPUESTAS:
Fofo. Significa “tierno” y lo mismo se dice de un pan que de una novia. Es uno de los cariños más habituales en portugués: “A minha fofinha…”, cosa que en España provocaría una ruptura fulminante.
Exquisito. Se aplica con el sentido de “raro”, “extraño”, a la vez que se pone cara de asquito. Cuidado con decir que el esmerado guiso de nuestro anfitrión es esquisito.
Barata. Es el nombre que se da a las “cucarachas”.
Desastre. Se usa con el sentido de “accidente”. Morréu de desastre...
Niño. Un “niño” español sería un menino, un rapaz o un miúdo, pero ninho significa “nido”.
Callar. Significa muchas cosas pero ninguna “callar”. Normalmente es “encalar” y si se utiliza con es (es calhar) significa “quizás”.
Pronto. No quiere decir “temprano” sino “listo” o “preparado”.
Luego. Esto es lo que equivale al español “en el mismo momento”, o mejor, “inmediatamente”. Si nos fijamos bien, observaremos que el españolísimo “desde luego” tiene la misma acepción, aunque no nos demos cuenta, pues significa etimológicamente: “desde ahora mismo”. En El Quijote se utiliza profusamente: “luego que lo vió…”
Grasa: Cuidado si decimos que nuestra bicicleta está llena de grasa porque no entenderán nada. Graça significa “gracia” y una persona engraçada es la que tiene “mucha gracia” o es “divertida”.
En fin, termino con un viejo chiste gallego sobre la peliaguda cuestión de las preposiciones que también en portugués tiene su sentido, aunque no así en español: Un amigo le pregunta a otro que a dónde va y le responde que a Vigo. El primero le ruega que precise si va “a” Vigo o “para” Vigo. El otro pregunta que cuál es la diferencia y aquél responde que “ir a Vigo” significa ir “de paso” mientras que “ir para Vigo” significa “para quedarse allí”. El viajero termina respondiendo: “...no sé si mandarte “a” la mierda o “para” la mierda”.
Cosas del idioma…
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